Más que trabajar...
Hace poco leí en El Tiempo la entrevista “Abogar por una vida que no esté consagrada al trabajo no es una utopía” (https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/abogar-por-una-vida-que-no-este-consagrada-al-trabajo-no-es-una-utopia-3490474). Me sentí muy identificado. Desde hace meses vengo escribiendo en mi blog sobre este tema —“Más allá del trabajo”, “Recuperar el ocio creativo”, “Más allá del trabajo II”— y también he reflexionado en “Liderazgo y cultura empresarial” sobre cómo las empresas pueden poner a las personas en el centro. Al leer la entrevista confirmé algo que ya intuía: la vida no se reduce a producir. Necesitamos tiempo para pensar, descansar, crear y cuidar a quienes amamos.
Coincidencias que me animan
Comparto la idea de sacar al trabajo del centro. La vida vale por sí misma, no solo por lo que entregamos a una empresa o a la economía. Cuando escribí que la inteligencia artificial podría liberar tiempo para otras cosas, pensaba justamente en eso: en un ocio que nos haga crecer, no en un simple entretenimiento. También creo que el descanso debe ser un derecho para todos, no un privilegio de quienes pueden pagarlo.
En mi columna sobre liderazgo señalé que la empresa debe existir para las personas. Si de verdad queremos un cambio, necesitamos organizaciones con horarios justos, derecho a desconectarnos y jefes que acompañen en lugar de presionar.
Las dificultades que no podemos esconder
Sé que llevar estas ideas a la realidad no es fácil. En América Latina mucha gente trabaja en la informalidad o necesita dos empleos para sostener a su familia. Para ellos, reducir la jornada puede sonar imposible. Además, hacer leyes que protejan el descanso requiere un Estado fuerte y acuerdos que hoy parecen lejanos.
Hay otro riesgo: confundir el ocio con consumo. Si el tiempo libre termina en maratones de series o en mirar redes sin fin, no estamos ganando libertad real. El verdadero ocio, como he escrito antes, es creativo y nos permite crecer.
También me preocupa que algunas empresas usen el lenguaje del bienestar solo para exigir más: “descansa para rendir mejor”. Sin líderes que pongan a las personas primero, el derecho a desconectarse puede convertirse en un nuevo deber disfrazado.
Pequeños pasos posibles
Aun así, veo caminos para empezar. Podemos probar reducciones de jornada en ciertos lugares y evaluar sus resultados. Las empresas pueden crear espacios reales de desconexión, por ejemplo, días sin reuniones o sin correos después de cierta hora. Los líderes necesitan formación para acompañar y respetar los ritmos de su equipo.
También es clave medir el bienestar, no solo la productividad. Y en la sociedad, educar sobre el valor del descanso para que nadie sienta culpa por tener tiempo libre. Creo además en cooperativas y redes de apoyo, que pueden abrir opciones cuando ni el Estado ni las grandes compañías responden.
Una decisión ética
Mirando mis propias columnas a la luz de esta entrevista, reafirmo mi convicción: vivir más allá del trabajo no es un sueño ingenuo. Es una necesidad humana y un deber ético. Claro que habrá obstáculos, pero podemos empezar a cambiar desde nuestras empresas, familias y comunidades.
El liderazgo que imagino no es el que brilla en tarimas, sino el que respeta los tiempos de cada persona. Un liderazgo que sirve, que acompaña, que entiende que el trabajo es parte de la vida, pero no su centro.
Si logramos dar estos pasos, podremos recuperar la primacía de la persona y abrir espacio a una vida más plena, creativa y verdaderamente humana.
Comentarios
Publicar un comentario