La pantera en el sótano: una fábula para el Oriente Medio de hoy
En 1947, Jerusalén era un hervidero de tensiones. Amos Oz sitúa allí La pantera en el sótano, una novela breve que parece hablar del pasado, pero que late con preguntas del presente. El protagonista, un niño llamado Profi, participa en pequeños juegos de resistencia contra los británicos, mientras entabla una amistad secreta con el sargento Dunlop, un “enemigo” al que enseña hebreo y de quien aprende inglés. En esa amistad improbable se condensa un mensaje que hoy, en pleno 2025, interpela a israelíes, palestinos y a todo Oriente Medio.
La primera herida que revela Oz es la de la pertenencia. “No perteneceré a nada, así no traicionaré. Porque todo el que pertenece a algo, traiciona”, reflexiona el niño. Cada grupo exige fidelidad absoluta; cada ruptura se vive como traición. Profi descubre que, a veces, el amor verdadero implica “traicionar” las consignas para ser fiel a una verdad más profunda. Hoy, en una región donde las identidades nacionales, religiosas y étnicas siguen definiendo la vida pública, la acusación de “traidor” se lanza a quienes se atreven a tender puentes. Periodistas críticos, activistas de paz, ciudadanos que cooperan con el “otro” repiten el drama de Profi: pertenecer es casi sinónimo de traicionar.
Otro hilo poderoso de la novela es el perdón. “¿Y si vinieran los alemanes y nos pidieran perdón?”, se pregunta el muchacho. La respuesta no es fácil. Cada herida que se recuerda sin perdón alimenta el ciclo de venganza. En la actualidad, cada guerra en Gaza, cada atentado en Jerusalén, cada incursión en Cisjordania se justifica evocando daños previos. Oz, sin dar recetas, insinúa que recordar para reconciliar es distinto de recordar para vengarse. Su pregunta sigue abierta: ¿perdonaremos a nuestros enemigos o no?
La amistad entre Profi y Dunlop revela, además, la fuerza del lenguaje. “Quien domina el lenguaje del enemigo domina también su forma de pensar”, dice el narrador. En la novela, aprender inglés no es solo estrategia militar; es una puerta a comprender al otro. En el presente, iniciativas de educación bilingüe hebreo-árabe o de intercambio cultural se apoyan en esa misma intuición: hablar la lengua del otro es un acto político que erosiona las fronteras del miedo.
Quizá el gesto más provocador de Oz es mostrar que la paz comienza en lo íntimo. Una amistad de dos personas —un niño y un soldado— se vuelve el laboratorio de una reconciliación que la política todavía no logra. El autor, que en vida defendió la solución de dos Estados, parece decir que ninguna negociación internacional prosperará sin vínculos humanos capaces de romper la cadena de sospechas.
La pantera en el sótano no es un tratado de geopolítica. Es una parábola sobre el coraje moral de mirar al “enemigo” a los ojos y reconocer su humanidad. En una época en que Oriente Medio sigue atrapado en la lógica del “ojo por ojo”, el libro nos recuerda que pertenecer no debe significar odiar y que “traicionar” la consigna de odio puede ser la forma más alta de fidelidad.
Setenta y ocho años después de los hechos que narra, las preguntas de Oz son las de hoy. ¿Podemos imaginar una región donde la amistad sea más fuerte que la frontera, donde la memoria no sea una condena sino un puente? La pantera que ruge en el sótano de la historia todavía espera una respuesta.
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