¡La próxima pandemia! (I)
Cuando escuchamos la palabra “pandemia”, inevitablemente pensamos en el COVID-19. Aquella crisis nos enseñó que la humanidad, con toda su tecnología y sofisticación, sigue siendo profundamente vulnerable. Sin embargo, hay una idea que empieza a ganar espacio en círculos académicos y de seguridad global: la próxima “pandemia” no necesariamente vendrá en forma de un virus. Tal vez adopte un rostro diferente: un colapso ambiental, una crisis energética, un ciberataque masivo o, incluso, la escasez mundial de agua.
Pensar en estos escenarios no es caer en teorías conspirativas, sino atender a un ejercicio responsable de prospectiva. Instituciones como la ONU, el Banco Mundial, el World Economic Forum, y centros de investigación de Oxford y Cambridge llevan años alertando sobre riesgos sistémicos que podrían alterar nuestra civilización de manera tan abrupta como lo hizo el coronavirus.
El agua: la pandemia silenciosa
Si tuviera que elegir el candidato más probable para la próxima crisis global, no dudaría en señalar el agua. Hoy más de 2.200 millones de personas no tienen acceso a agua potable segura y la ONU advierte que, para 2050, más de la mitad de la población mundial vivirá en zonas con estrés hídrico severo. La sobreexplotación de acuíferos, la contaminación industrial y agrícola, y el cambio climático están reduciendo la disponibilidad de un recurso vital e insustituible.
A diferencia de un virus, que puede surgir en un país y propagarse a otros, la crisis del agua está ocurriendo en paralelo en todo el planeta: desde Ciudad del Cabo en Sudáfrica, que estuvo a punto de quedarse sin suministro en 2018, hasta California, que enfrenta sequías históricas. En Colombia lo vivimos en carne propia: Bogotá padeció un racionamiento de agua durante varios meses entre 2024 y 2025, cuando el sistema de Chingaza llegó a mínimos históricos. El agua no tiene sustituto y, sin ella, colapsa la agricultura, la industria, la salud y, en última instancia, la vida. Quizás estamos ante la pandemia más silenciosa, aquella que avanza gota a gota.
No es casualidad que incluso grandes inversionistas hayan visto en el agua el recurso estratégico del futuro. Michael Burry —el financiero que predijo la crisis de 2008 y cuyo personaje interpreta Christian Bale en The Big Short— decidió, después de aquella jugada histórica, invertir únicamente en agua. Su razonamiento era claro: no se trata de comprar agua embotellada o reservas en presas, sino de asegurar tierras fértiles en regiones con abundancia hídrica para producir alimentos que luego se exportan a zonas con escasez. En otras palabras, invertir en agua es invertir en la base misma de la vida y la civilización.
Energía e internet: la fragilidad de lo invisible
Imaginemos, por un momento, que la electricidad deja de fluir. Con ella se apagan no solo las luces, sino también los servidores, los sistemas de transporte, la refrigeración de alimentos y medicamentos, y las transacciones financieras. Lo mismo ocurre con internet: esa red descentralizada que parece indestructible, pero que depende de cables submarinos, satélites y centros de datos vulnerables.
Un apagón global es poco probable, pero apagones regionales ya han mostrado la magnitud del riesgo. Texas, en 2021, vivió una tormenta invernal que colapsó la red eléctrica y dejó millones sin calefacción ni agua. En América del Sur, en 2019, un fallo dejó a más de 40 millones de personas sin luz. Y más recientemente, en abril de 2025, España sufrió un apagón generalizado sin precedentes, que dejó a millones sin electricidad y paralizó servicios básicos en todo el país. Si algo así se extendiera a gran escala, el mundo descubriría, con estupor, hasta qué punto su vida depende de sistemas invisibles.
Pandemias biológicas y biotecnología
No podemos descartar, desde luego, otra pandemia biológica. El salto de virus desde animales a humanos es cada vez más probable por la deforestación y la urbanización. Pero existe un factor nuevo: la biotecnología. En manos equivocadas, las mismas herramientas que hoy nos permiten desarrollar vacunas en meses podrían ser usadas para diseñar patógenos artificiales. Este escenario, que antes sonaba a ciencia ficción, está presente en los análisis de seguridad internacional.
La inteligencia artificial y la guerra nuclear
Hay riesgos que parecen opuestos en su naturaleza, pero se cruzan en un punto: la capacidad de alterar el destino de la humanidad. Por un lado, la inteligencia artificial avanza a un ritmo que supera las regulaciones. El riesgo no es solo que un algoritmo deje sin empleo a millones, sino que sistemas autónomos terminen manipulando información, decidiendo estrategias militares o tomando decisiones sin control humano efectivo.
Por otro lado, la amenaza nuclear no ha desaparecido. Existen más de 12.000 armas nucleares en el mundo. Un conflicto regional entre India y Pakistán bastaría para desatar un “invierno nuclear” con hambrunas globales. La paz mundial sigue, en buena medida, pendiendo de un delicado equilibrio geopolítico.
¿Catastrofismo o responsabilidad?
Hablar de estos temas despierta incomodidad. Muchos lo ven como paranoia, pero ignorarlos es irresponsable. La historia demuestra que las grandes catástrofes parecen impensables… hasta que suceden. Antes de 2020, una pandemia global parecía un argumento de película apocalíptica. Hoy sabemos que fue una posibilidad subestimada.
La diferencia entre caer en teorías de conspiración y realizar un análisis serio radica en las fuentes: los riesgos aquí descritos no vienen de foros marginales, sino de documentos oficiales de Naciones Unidas, informes del World Economic Forum y estudios de centros académicos de prestigio.
Prepararse, no temer
La lección no debe ser el miedo, sino la preparación. Las sociedades pueden y deben actuar: invertir en energías limpias, proteger el agua como bien común, establecer marcos éticos y regulatorios para la inteligencia artificial, y fortalecer la cooperación internacional frente a riesgos biológicos y nucleares.
Quizás la verdadera “próxima pandemia” sea la falta de imaginación, la incapacidad de anticipar escenarios antes de que golpeen la puerta. Nuestra vulnerabilidad no está solo en los virus o en la naturaleza: está en creer que el futuro se parecerá al presente. La pandemia que debemos evitar es la de la indiferencia.
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