Cáncer no es sinónimo de muerte - Capítulo 2

Un hallazgo inesperado


El título de este capítulo creo que está inspirado en “El Hobbit”, el libro escrito por J.R.R. Tolkien que le da origen a la trilogía de “El señor de los anillos”. El primer capítulo del libro se titula “Una tertulia inesperada”, y la película, que en años relativamente recientes se ha producido, dividida también en tres entregas, lleva, en la primera de ellas, como título: “El hobbit: un viaje inesperado”. Mi experiencia, este libro, también se podría titular “un viaje inesperado” pero de momento dejemos que este capítulo se titule de esta manera: un hallazgo inesperado.


El capítulo anterior terminó planteando la pregunta: ¿qué tiene que ver la rinitis alérgica con un tumor cerebral? Volviendo a la historia, en los primeros meses de 2020 fui a aquella consulta con el otorrino, el cual muy amablemente me revisó y me formuló una serie de exámenes que incluían: una audiometría -dado que desde hace ya varios años padezco de una hipoacusia de sonidos graves por el lado izquierdo-, unas pruebas de alergia -para validar los alergenos que me causan la rinitis desde que soy pequeño- y un TAC de senos paranasales. Rápidamente me empecé a realizar los exámenes que el médico me recetó. En particular recuerdo la cita de las alergias en las que el médico, bastante joven por cierto, desestimaba un poco el efecto del Covid que empezaba a aparecer en esos momentos.


La primera noticia, el hallazgo inesperado, apareció el 17 de febrero de 2020 -recuerden que estamos a un mes de que el gobierno nos confinara por motivo del Covid-19-. En la lectura del TAC de senos paranasales apareció la siguiente nota: “Lesión focal hipodensa comprometiendo el lóbulo temporal en el lado derecho la cual no es caracterizable en el presente estudio, por lo cual se recomienda estudio complementario con resonancia magnética cerebral contrastada para su adecuada caracterización”. Cuando leí aquello la verdad lo asumí con mucha tranquilidad, no por nada distinto a que ignoraba de qué se trataba -no llegué a imaginarme lo que vendría después-, y porque, entre otras cosas, no había ningún signo de que tuviera en mi cabeza un tumor cerebral. No había presentado dolores de cabeza, convulsiones, mareos, pérdida de facultades, etc. Es decir, si no hubiera sido por este hallazgo incidental probablemente nos habríamos dado cuenta de este tumor en mi cabeza cuando ya hubiera crecido bastante y ocasionado algunos daños.


Una vez que recibí la lectura del TAC se la mostré al médico familiar y le pregunté que qué debía hacer, repito, ignorando cuál era realmente la situación; que si esperábamos para decirle a algunas personas acerca de esta situación. La respuesta del médico fue: pide una cita cuanto antes con un neurocirujano y que él te envíe la resonancia magnética de cerebro para saber de qué se trata. 


Un paréntesis importante antes de continuar es que algunos profesionales de la salud cuando les contaba mi historia me decían: es imposible que en un TAC de senos paranasales le salga a uno un tumor cerebral. La única explicación que yo encuentro para dar respuesta a eso es su ubicación en el lóbulo temporal derecho, a pocos centímetros de la parte superior de la oreja. Posible o imposible, lo cierto es que en mi caso la primera noticia que tuve del tumor fue por esta prueba diagnóstica. 


Gracias a un amigo pude conseguir una cita con un neurocirujano muy conocido, acá en Bogotá, para los primeros días de marzo. En esa cita, que fue la única cita presencial que tuve con el médico -gracias al Covid-19-, me dijo que efectivamente había que hacer la resonancia, que ella nos daría suficiente información, que no haría biopsia sino que entraría y sacaría todo de una vez. Que una vez que tuviera la resonancia le avisara. 


Cuando me preguntan sobre mi enfermedad digo siempre que lo único que yo no le recomiendo a nadie es que esto le de a alguien en medio de una pandemia como la que vivimos desde inicios de 2020.


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