Cáncer no es sinónimo de muerte - Capítulo 3

El encuentro con el resonador y el confinamiento.

El 18 de marzo de 2020 el país -y por esas mismas fechas el mundo entero- empezó el confinamiento más fuerte de toda la pandemia del Covid-19. Para ese entonces era poco lo que sabíamos del virus pero era mucho el miedo que todos teníamos. Desconocíamos los modos como se transmitía, de allí que tuviéramos que desinfectar todo lo que entrara del exterior a nuestras casas, ignorábamos los tiempos de contagio, las medicinas que ayudaban al tratamiento, no teníamos vacunas obviamente, en fin… fueron tiempos difíciles para todos, especialmente para aquellos que terminaron en una UCI o fallecieron sin poder estar al lado de sus seres queridos.

El informe de la resonancia magnética de cerebro está fechado 24 de marzo de 2022, es decir que a la que fue la primera resonancia magnética que me han hecho en la vida tuve que ir solo, porque por el confinamiento, por asistir a un centro de salud y por el riesgo de contagio de los que conmigo conviven no había otra posibilidad. Es a esto cuando me refería en el capítulo anterior que no le recomiendo a nadie que esta enfermedad le de en medio de una pandemia. Vivir una situación como esta en soledad -he de aclarar que siempre he estado acompañado de las personas que conmigo conviven y por supuesto de mi familia y que nunca me he sentido solo- es más difícil que vivirla en medio de unas circunstancias normales donde podrías asistir acompañado, sin ningún problema, a un examen de esta naturaleza. También por el riesgo de infección debía bañarme una vez llegara a la Casa, desinfectar con alcohol todo lo que hubiera salido de la casa -billetera, llaves, etc. y mandar a lavar toda la ropa que tenía puesta.

Nunca en la vida me habían hecho una Resonancia Magnética. A partir de aquí empezaron una serie de encuentros periódicos con el resonador, el medio de contraste y las imágenes de mi cabeza. Aunque para muchos puede ser una experiencia bastante incomoda por el chuzón -te canalizan la vena para aplicar el medio de contraste-, la claustrofobia que puede producir el estar allí metido por espacio de media hora y los diversos ruidos que produce el dichoso aparato, para mí ha sido un momento sereno, tranquilo, con un cierto toque de trascendencia, porque la única manera de salir victorioso de allí es cerrando los ojos y aprovechando ese momento para un encuentro conmigo mismo. En alguno de esos momentos pensé en lo increíble que es el pensamiento o las ideas, porque lo único que pueden ver en el monitor y las imágenes, por más potente que sea el resonador -en este caso un 3T (medida de magnetismo)-, es mi cráneo, mi cerebro, mi cabeza con sus órganos, y una parte de la médula ósea y la columna. Pero lo que no pueden ver son las cosas que pasan por la mente en ese momento, qué tal que fuera así: esas ideas, reflexiones sobre la vida, la salud, la enfermedad, las personas y tantas otras, que acompañan los distintos sonidos, sin lógica, sin orden y sin armonía. Si por lo menos uno pudiera hacer de tales sonidos una estructura armónica agradable al oído, pero es imposible.

Otra reflexión que ha salido es, cuando al canalizarme la vena, han puesto un poco de líquido frio para lubricarla y, luego, cuando a mitad del procedimiento han introducido en mi cuerpo el famoso contraste. Esta vez sentí, a diferencia de otros momentos, cómo ese otro líquido, también frío, ingresaba por mis venas. Lo sentí circular... Pensé, en ese momento, en la velocidad a la que se expande por todo el sistema, en cómo llega tan rápido al cerebro, para que se puedan ver las imágenes contrastadas. Simplemente como dato curioso: la sangre, gracias al bombeo del corazón, alcanza una velocidad de 5 litros por minuto. Si en promedio una persona tiene 5 litros de sangre, se puede decir que en un minuto se esparce el contraste por todo el cuerpo, desde el cerebro hasta los dedos de los pies. En fin, la perfección del cuerpo humano...

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