De la anhedonia y las plataformas de streaming

En el transcurso de la pandemia me encontré un artículo del New York Times titulado "Todos estamos bloqueados" (https://www.nytimes.com/es/2021/04/06/espanol/fatiga-pandemica-productividad.html) en el que explicaban una sensación que seguramente muchos hemos vivido pero a la que nunca le habíamos puesto nombre y mucho menos conocíamos su existencia. De hecho, la palabra en sí misma, por lo menos para una persona del común como yo, resultó completamente nueva: se trata de la Anhedonia. Si se descompone etimológicamente esta palabra, nos encontramos con el prefijo -an- que significa ausencia de o sin, y queda la palabra hedonia que proviene de la raíz latina hedone -placer- y de la que se deriva hedonismo o el placer como fin y fundamento de la vida  De allí que al analizarla resulte mucho más fácil y comprensible su definición: aquella ausencia de placer o de satisfacción frente a las cosas que hacemos o vivimos. 

No se trata en este post de hablar de la pandemia y de los efectos en la salud mental que ha producido en jóvenes y menos jóvenes, muchos de ellos agotados por los cambios en las dinámicas laborales -la pérdida del trabajo- y familiares, por los protocolos y medidas de los gobiernos para el cuidado de sus ciudadanos, por los mismos efectos de la enfermedad del Covid en quienes la han padecido, por el encierro al que muchos nos vimos sometidos en nuestro lugar de vivienda y que en el mejor de los casos supera los 100 m2, sin mencionar el número de personas que los ocupan. Aquí se trata de contar una simple experiencia respecto a un hábito que para muchos puede ser cotidiano.

Cuando pensaba en la escritura de este post, me acordaba de los años de mi infancia. En mi casa, como en la de muchos seguramente, solo había un televisor, de antena de aire, con 13 canales, en donde lo más novedoso podría ser el control remoto que lo manejaba. El que tuviera 13 canales no significaba que todos funcionaran. Para ese entonces, en Colombia solamente estaban al aire dos canales: el 3 y el 13; de hecho, no tenían programación todo el día… Solo unos pocos, aquellos más pudientes, tenían la famosa antena parabólica, que ya desapareció prácticamente de todas las unidades residenciales, y que ponía a disposición de unos pocos una mayor oferta de canales internacionales de televisión. Luego llegaron Directv y Sky y la vida cambió; nunca habíamos tenido semejante oferta de canales de televisión. Pero cuando pensamos que ya lo teníamos todo llegó Netflix y revolucionó el mundo audiovisual con la modalidad del streaming o distribución digital de contenido multimedia. 

Antes te tenías que “someter” a la parrilla de programación que los canales te ofrecían. Si no podías ver un programa o novela en el día y la hora que estaban programados te los perdías… Pero hace unos años las cosas empezaron a cambiar: si por alguna razón no pudiste ver el partido de fútbol de tu equipo, Directv empezó a dejar grabar los programas que no podías ver para hacerlo después, como si fuera una película en un reproductor, con la posibilidad de ver el gol cuantas veces quieras. Pero la gran revolución llegó con las plataformas de streaming como Netflix, pasamos a tener los desaparecidos Blockbuster en nuestra propia casa y a nuestra disposición; las series, que antes esperabas para ver un nuevo capítulo, se han convertido en la nueva forma de entretenimiento del gran público. Y es aquí cuando comienzan los problemas: es verdad que el gran objetivo de las plataformas de streaming es poder determinar tu perfil de usuario para ofrecerte una especie de productos personalizados acordes con tus anteriores elecciones, con tus preferencias, lo cual no siempre funciona…

Puede parecer que estoy dando muchas vueltas, así que vamos al grano: hoy nos enfrentamos a una paradoja: antes disfrutábamos mucho lo que técnicamente se conoce como la gratificación aplazada, gratificación retardada, demora de gratificación o recompensa diferida. Aunque alguien podría decir que las anteriores son una decisión de la persona y no del producto, para mi el efecto es el mismo. Antes nos reuníamos en familia, en torno al televisor, para ver el nuevo capítulo de la telenovela o de la serie, que en el caso de esta última podía llegar a ser semanal. El punto es que quizás disfrutábamos aún más esa postergación de lo deseado. Hoy es todo lo contrario, si el episodio de la serie que estamos viendo acaba en punta -cómo nos manipulan…- no nos aguantamos y decimos: ¡no podemos dejarlo ahí! ¡Dale al siguiente! y así hasta la saciedad…

Pero también es paradójico, por lo menos a mí me viene pasando desde hace un tiempo, que cuando tienes cuatro plataformas de streaming -Netflix, Disney, Prime Video y HBO Max-, tienes miles quizás de productos a tu disposición, no te satisface nada de lo que hay allí, entras en una anhedonia en la que te pasas un buen tiempo buscando algo que te guste y no encuentras nada, ¡qué absurdo! Es verdad que muchas de las cosas que hay ahí ya las has visto y que muchos de los estrenos no son buenos o que tu gusto, como puede ser en mi caso, sea muy complicado, pero pienso que no deja de ser una paradoja. Ante una infinidad de películas y series que te abruman, se anula la capacidad del disfrute, del gozo, del deseo. Si se trata de generar adicción, creo que, en mi caso, aún no lo han logrado. Quizás, lo pensaba también en estos días, la solución está en volver a ver aquellas películas o series que en su momento vi y que me gustaron y que no me van a defraudar, porque son muchas las que empiezo pero a mitad del camino dejo.

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