Un nuevo encuentro con el resonador

Nunca en la vida me habían hecho una Resonancia Magnética. De hecho, cuando me encontraron el astrocitoma anaplásico no fue con una RM, fue por un hallazgo incidental en un TAC de senos paranasales, historia que contaré en otro momento porque tiene su cuento... Cuando fui diagnosticado del tumor cerebral en marzo de 2020, empezaron una serie de encuentros periódicos con el resonador, el medio de contraste y las imágenes de mi cabeza. No hay que olvidar que nos encontrábamos en medio de un confinamiento bastante fuerte por el Covid y que el único que salía de la casa cada cierto tiempo, para que revisaran cómo iba el tumor, fui yo! No tenía otra alternativa... 

Aunque para muchos puede ser una experiencia bastante incomoda por el chuzón -te canalizan la vena para aplicar el medio de contraste-, la claustrofobia que puede producir el estar allí metido por espacio de media hora y los diversos ruidos que produce el dichoso aparato, para mí ha sido un momento sereno, tranquilo, con un cierto toque de trascendencia, porque la única manera de salir victorioso de allí es cerrando los ojos y aprovechando ese momento para un encuentro conmigo mismo. Hoy pensaba en lo increíble que es el pensamiento o las ideas, porque lo único que pueden ver en el monitor y las imágenes, por más potente que sea el resonador -en este caso un 3T (medida de magnetismo)-, es mi craneo, mi cerebro, mi cabeza con sus órganos, y una parte de la médula ósea y la columna. Pero lo que no pueden ver son las cosas que pasan por la mente en ese momento, qué tal que fuera así: esas ideas, reflexiones sobre la vida, la salud, la enfermedad, las personas y tantas otras, que acompañan los distintos sonidos, sin lógica, sin orden y sin armonía. Si por lo menos uno pudiera hacer de tales sonidos una estructura armónica agradable al oído, pero es imposible.

Hoy me han hecho una nueva RM. Me la hacen cada 3 meses para cerciorase que, al menos lo que se ve, anda bien... Gracias a Dios así han sido los resultados de las últimas dos resonancias (febrero y mayo). El cerebro está limpio de tumor y estoy clasificado, hasta ahora, como enfermedad estable... Estaré en suspenso hasta el próximo jueves que me entreguen el resultado. Si no escribo un nuevo post sobre este tema es porque todo ha salido muy bien y nos encontraremos nuevamente con el resonador en noviembre.

Otra reflexión que ha salido hoy, antes de terminar, es, cuando al canalizarme la vena, han puesto un poco de líquido frio para lubricarla y, luego, cuando a mitad del procedimiento han introducido en mi cuerpo el famoso contraste. Esta vez sentí, a diferencia de otros momentos, cómo ese otro líquido, también frío, ingresaba por mis venas. Lo sentí circular... Pensé, en ese momento, en la velocidad a la que se expande por todo el sistema, en cómo llega tan rápido al cerebro, para que se puedan ver las imágenes contrastadas. Simplemente como dato curioso: la sangre, gracias al bombeo del corazón, alcanza una velocidad de 5 litros por minuto. Si en promedio una persona tiene 5 litros de sangre, se puede decir que en un minuto se esparce el contraste por todo el cuerpo, desde el cerebro hasta los dedos de los pies. En fin, la perfección del cuerpo humano...

El que ha inspirado en buena medida este post es Nacho Mirás, que, también a su modo, ha escrito lo que significa esta experiencia. Más real no puede ser... Pongo el enlace de su entrada: https://rabudo2.wordpress.com/2013/11/06/el-magnetom/       

Comentarios

  1. Me gusta los dos matices que le das a la historia. Desde una parte muy coloquial y hasta ‘cruda’, y a la vez dándole ese tono trascendental y de cierta sensación de paz.

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  2. Vivencia descrita con gran trascendencia

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