Corazón valiente de Mel Gibson

Coincidencialmente, el 5 de agosto -día de mi cumpleaños- pero de 1305, William Wallace, después de evadir varios intentos de ser capturado, fue detenido a raíz de un engaño y posteriormente ejecutado -salvajemente- por los ingleses. No sabía de tal coincidencia, pero cuando me preguntaron que qué película quería ver con motivo de mi cumpleaños escogí Corazón valiente porque no la había visto hasta ese momento y tenía una deuda pendiente con ella. 

Dirigida y protagonizada por Mel Gibson, se hizo merecedora en los premios Oscar de 1996 a los premios como Mejor película y Mejor director, y tres premios más, para un total de 5 estatuillas. No es la primera película de Gibson como director - dos años antes había dirigido El hombre sin cara-, pero sí es quizás la película que lo ha puesto en un lugar importante dentro de los directores de cine del siglo XX. 

Al momento de pensar en la escritura de este post, pensé en escribir sobre el fondo de la película y su propuesta acerca de la defensa de la ¡libertad!, que es, realidad o ficción, el último grito de Wallace antes de morir. Pero me he encontrado con que los hechos históricos que propone la película no son del todo ajustados a la realidad y, para evitar caer en una discusión sobre una realidad que podría no ser cierta, me quedaré con una reflexión acerca de algunos elementos cinematográficos que me parecen resaltables de esta película.

Si bien ya se habían producido películas épicas de acción anteriores a Corazón valiente, me viene a la memoria en estos momentos el Robin Hood de 1991 con Kevin Costner, me parece que la película de Gibson marca un hito en la historia de este género. Si lo miramos retrospectivamente, me atrevería a decir que hay elementos de las películas de El señor de los anillos tomados de acá. Hay que tener en cuenta que para aquel entonces el cine no tenía a su disposición los recursos tecnológicos que hoy tiene, que muchas de las batallas grabadas en El señor de los anillos se hicieron en computador, como la misma figura de Gollum, por poner solo un ejemplo. 

Acá estamos ante una cinematografía clásica, con una estética cruda, violenta, algo gore -para la época en que se hace-, mezclada con unos paisajes memorables, y con algunos toques de humor, con un gran despliegue de maquillaje -que la hace merecedora al Oscar en esta categoría-, y con unos muy buenos efectos de sonido y musicalización que acompañan cada una de las escenas. Independientemente de si se ajusta a la realidad o no, el guión es bueno al igual que el ritmo que Gibson le imprime a la película -no hay que olvidar que es una película que dura 3 horas- y en ningún momento estas con la sensación de querer terminarla. Las actuaciones son buenas, sin ser necesariamente memorables, es una mera opinión. Quizás para mí, las mejores actuaciones son: la actuación de Patrick McGoohan en su papel de Eduardo I o Piernas largas, y la actuación de James Robinson en su papel de William Wallace niño -nunca defraudan los niños-, sin dejar de lado la interpretación de Mel Gibson.

Lo que logra Gibson es que al final tú también quieras ser parte de esa revolución, de luchar por un ideal noble de libertad ante una sociedad represiva -con leyes absurdas e injustas-, de cómo a pesar de que la vida nos ponga ante situaciones muy difíciles y complejas -la muerte de seres queridos, por ejemplo- siempre que haya una razón para luchar, podremos vencer. 

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